Y de repente,
alguien Rugió. Se despertó estremecido, era temprano aunque aún no había
despuntado el alba de un nuevo día, faltaban colores. Curiosamente no llovía,
lo cual hacia incomprensible aquel grito que había rasgado el cielo, se calmo y
decidió remolonear un poco en su cama, no estaba cansado pero le faltaban
motivos por lo que levantarse, ambiciones, ganas, fuerzas, o eso pensaba al
menos.
El suyo era un
estado latente, sin saber como flotaba, anulando la ley de gravitación
universal, y no sucedía nada, lentamente pasaba el tiempo, y solo de vez en
cuando se oían voces tenues, casi susurros, incomprensibles, no sabia como
había llegado allí, pero no quería salir. En aquella cama estaba a salvo, podía
asegurar casi con total certeza que si estaba allí, nada le sucedería, nada
cambiaría, allí como un mimo de cualquier
plaza mayor, sin hablar y quieto, moviéndose esporádicamente, total para
que moverse. Hacía buen tiempo y sin embargo él aún tenía frío, estaba calado,
ese podía ser un de los motivos de su hibernación. Lanzó la mirada a la
ventana, en su trayectoria, se cruzaban unas revoltosas motas de polvo, cerro
los ojos, pero ya era imposible volver a dormirse. Aquel rugido le había
despertado
Se vio reflejado por
un momento en el cristal de la ventana, pero en este caso, no podía afirmar que
''ese'' era él, no se reconocía aunque eso le traía sin cuidado. De repente un
pensamiento furtivo ''Eres un idiota sabes. Todo el tiempo fingiendo estar bien
y queriendo tener la situación bajo control, y aún no sabes nada, no te
autocompadezcas más y sal ahí fuera, porque sí, quizás lo que hay en el
exterior puede hacerte daño, pero quien puede generar cicatrices, también puede
sanarlas, lo que es seguro amigo mío, es que si te quedas aquí no pasara nada, cálzate, vístete, y no te
olvides de la sonrisa antes de salir, si no lo haces por ti, hazlo por los
demás.'' entonces resurgió esa gran batalla de colosos que tiene por campo de
batalla desde la cabeza hasta el pecho, donde corazón e intelecto se deciden a
asestar un golpe certero, que provoque una reacción en su mismo ser. El combate
siempre era igual, tenia su protocolo, la racionalidad hacia acto de presencia
y acompañada de la estabilidad y seguridad, disparaba sus dados venenosos desde
la distancia, buscando una posición
segura, el corazón por su lado, jugaba todo o nada a su as, armado con
el cuchillo entre los dientes, trataba de evitar los lances de su adversario
(rara vez lo conseguía, era algo torpe), y resistir los disparos certeros de su
adversario, como un pirata, era eso sí,
él mejor de los delincuentes de todo en cuanto a sentimientos se refería. No
sabia cuanto duraría el combate, pero estaba claro, no podía aplazar más su
felicidad.
No podía, y como
bien sabia nada podía hacer mientras siguiese inmóvil, desde su cama le seria
imposible cambiar nada, por ello decidió levantarse y actuar, reflexionó, era
consciente de que le llevaría un tiempo
readaptarse, pero curiosamente estaba impaciente, sabedor de que no quería
volver a negar su reflejo en un espejo, ni llevar una vida maltrecha con
sensación dolo e ilusión deshecha, tenía que
volver o casi mejor aunque al tiempo más complicando, debía
reinventarse, cambiar estaba prohibido, mejorar era obligatorio. En su interior
se distinguió un pequeño susurro que decía "Victoria". Era raro, pensó puede ser la frase echarle
huevos, realmente tenga un sentido, porque cuando un huevo se rompe por fuera
muere, pero si se rompe desde dentro, si cambia algo en su interior, nace un
nuevo ser. Pero no se engañaba a si mismo, en este caso dejaría a las aves en
paz. Lo de ese día, había sido algo felino.
¿Quién diablos Había
rugido? ¿Quién le había despertado de su letargo? Él no tenia ningún motivo por
el que moverse, y sin embargo aquel grito felino lo había agitado, ya no sentía
que estaba cayendo, pensaba que algún día podría llegar mirar al cielo, sino
por él, por los suyos. Se fue, corriendo había mucho que hacer, ya no era un
tigre con zarpas de cartón, y en su mirada penetrante se advertía la fuerza de
otro ser, como si de un alma hibrida se tratase, con parte de animal. Antes de
salir volvió a preguntarse por qué o quién le había rugido, fuere lo que fuere,
sabía que había encontrado en los demás y en quién sabe que secretos de su
mundo interior, su palacio de cristal, motivos por los que mejorar día a día,
sabía también que a aquel gigantesco felino lo encontraría. Se apresuró a salir
de allí que mal estaría relatar ahora un final incierto, nadie ni siquiera él
podía asegurar un final feliz, por eso el final, queda abierto, si bien algo es
seguro, vivió. Porque la vida es eso que pasa mientras vives, y la vida se vive
despierto.
Buena suerte.